Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

19 de mayo de 2017

ESPÍRITU DE SACRIFICIO

¿Debe replantearse la vida sacerdotal y adaptarse al mundo de hoy?

Una reflexión del eminente teólogo dominico Reginald Garrigou Lagrange sobre un tema que, si bien está dirigido a los sacerdotes, bien cabe para todo cristiano. Y especialmente a los miembros de la Acción Católica, que tienen como uno de los cuatro pilares de su mística al sacrificio.


“Son muchos hoy los que, viendo la esterilidad apostólica aparente, se preguntan: ¿Es preciso repensar de nuevo qué deben ser la vida sacerdotal y la vida religiosa para adaptarse a las exigencias del mundo moderno?

Queriendo repensar qué debe ser la vida religiosa, han afirmado que ‘es preciso disminuir su austeridad, inconciliable con las exigencias de hoy; ha de disminuirse el tiempo consagrado a la oración, para poder entregarse de lleno a las obras externas’.

Otros, que han meditado qué debe ser la vida sacerdotal según la concepción moderna, se expresan así: ‘Acaso sea más conveniente que el sacerdote no use ya un vestido distinto, ni la tonsura, signo externo de su vida sacerdotal; ni siquiera la recitación del breviario. Acaso, no convenga hoy el celibato’, y otras cosas por el estilo.

Ciertamente los protestantes dijeron esto mismo, y Lutero, al separarse de la Iglesia, renunció inmediatamente a los tres votos religiosos.

Por el contrario, lo que se ha de afirmar es que ‘la esterilidad del apostolado nace de que muchos sacerdotes y religiosos no tienen una fe sobrenatural suficientemente intensa, viva, penetrante e irradiadora. No pueden, en consecuencia, comunicarla al pueblo cristiano, agitado por tan gravísimos errores. La esterilidad proviene de que muchos sacerdotes no tienen una esperanza bastante firme en el auxilio divino, y caridad ardiente, alma del apostolado.

¿Por qué falta el celo por la gloria de Dios y la salvación de las almas? Porque falta espíritu de sacrificio; porque el sacerdote ignora que debe ser hostia con Cristo, que debe salvar las almas por los mismos medios que Cristo.

Sólo el espíritu de sacrificio arranca del alma sacerdotal y religiosa todo el desorden, haciendo que en ella prevalezca la caridad, de la que nacen la paz y el gozo. Si se quita toda mortificación desaparece con ella el gozo, si se apega a lo sensible, se vuelve incapaz de elevarse hasta Dios.

Fuera, pues, los intensos de repensar cuál debe ser la esencia de la vida religiosa y sacerdotal; es el mismo intento de los modernistas queriendo descubrir de nuevo qué es un dogma.

Lo que se ha de hacer es meditar, no histórica ni especulativamente, sino práctica y vitalmente, que hicieron e intentaron los verdaderos santos, sean fundadores de órdenes o pertenecientes simplemente al clero diocesano.

Ver qué es lo que han pensado en todos los tiempos la Iglesia y los Romanos Pontífices sobre la vida sacerdotal y religiosa. Puede consultarse el Enquiridión pro Cleris Educandis. Así se verán las innovaciones que han de hacerse, pero siempre con espíritu de fe, de confianza en Dios, de verdadera caridad.

En especial, San Pío X ha hablado del espíritu de sacrificio en las Exhortaciones al clero católico. Decía: No desempeñamos el ministerio sacerdotal en nuestro nombre, sino en nombre de Cristo. Así, pues, júzguenos el hombre, ha dicho el apóstol, como ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios. Somos legados de Cristo. Por eso Cristo nos cuenta no en el número de los siervos, sino en el de los amigos: ‘Ya no os llamaré siervos. A vosotros os he llamado amigos porque todas las cosas que oí al Padre os las he dado a conocer…; os he elegido y colocado para que vayáis y consigáis mucho fruto.’ Por consiguiente, hemos de representar la persona de Cristo y desempeñar la legación por Él encomendada…”

R. Garrigou-Lagrange OP,
La unión del sacerdote con Cristo, sacerdote y víctima. Segunda edición, Patmos, página 110.


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