Centro de Profesionales de la Acción Católica "SANTO TOMÁS DE AQUINO" de Buenos Aires, Argentina.

12 de mayo de 2018

SURSUM CORDA


“QUE SE ALCEN LOS PORTONES
QUE SE LEVANTEN LOS DINTELES
QUE SE ABRAN LAS ANTIGUAS COMPUERTAS:
VA A ENTRAR EL REY DE LA GLORIA”
(Cfr. Ps XXIII)


“Beda el Venerable, monje inglés muerto en el 735, cuenta, en sus crónicas de su viaje a Tierra Santa, que la noche de la Ascensión, el monte de los Olivos parecía estar encendido en fuego, de la cantidad de cristianos con antorchas que a medianoche subían para esperar la aurora rezando, todos orientados hacia el Saliente, festejando así esta entrañable fiesta.

Patriarca y clero; monjes y oblatos; hombres, mujeres y niños. Cientos, miles: todos en unívoca dirección de cara al Cielo, donde las nubes habían sido rasgadas por la Carne del Logos al penetrar las entrañas mismas de Dios, instalando a la Humanidad en los interiores de la Vida intratrinitaria. Y que prometió que del mismo lugar lo veríamos regresar.

La Cabeza –como ocurre en los partos– había salido del estrecho útero del mundo creatural para respirar el Aire increado. Y nosotros, su Cuerpo, los pies de esta Cabeza (diría Crisóstomo), habíamos iniciado el vuelo esponsal, sobre las plateadas alas del Águila de oro puro.

En este imponente Suceso –histórico y metahistórico a la vez– miríadas de ángeles avisan a las demás Potestades que alcen los portones, que levanten los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas; pues va a hacer su entrada triunfal el Rey de la Gloria. ¿Y quién es ese Rey de la Gloria? –atreve algún Querubín. Jesucristo, el Señor –avisa con tono grave san Miguel. El Señor de los ejércitos, el héroe valeroso, vencedor del Enemigo.

Así se inaugura la Liturgia celestial, la única Realidad, cuyas sombras y figuras configuran nuestras liturgias terrenas.

Y anota san Ambrosio: “los mismos ángeles se maravillaron de este Misterio. Cristo Hombre, al que vieron poco antes retenido en estrecha tumba, ascendía hasta lo más alto del Cielo. El Hijo regresaba vencedor, cargado de una presa desconocida, de un curioso botín conquistado a la Muerte. No, ¡no es un mero hombre el que entra, sino el Mundo entero en la Persona del Redentor de todos!”

Sí: el mundo entero, anidado en el Costado inmenso de su Esposo y Señor, sube como incienso a Lo Abierto de la Inmensidad divina; a la majestuosa intemperie de un Dios desmesurado”.

"¡Sursum corda! ¡Llévanos tras de Ti!"


El athonita



La oración colecta de la solemnidad de la Ascensión del Señor lo expresa con precisión y unción:

Concédenos, Dios todopoderoso,
darte gracias con santa alegría,
porque en la ascensión de Cristo, tu Hijo,
nuestra humanidad es elevada junto a Ti,
ya que Él, como cabeza de la Iglesia,
nos ha precedido en la gloria
que nosotros, su cuerpo, esperamos alcanzar.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.



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